jueves, 12 de abril de 2012

Octogésima Tercera Estación: "La Semana de Dios" (III)


Siguiendo con este recorrido-crónica de mi Semana Santa 2012, la cual a estado vinculada cien por cien a nuestra Banda de la Merced, llega el Martes Santo, un día extraño el de este año. Teníamos una deuda pendiente con la Hermandad de los Estudiantes de Utrera y las amenazas de lluvia hacían presagiar lo peor, que era repetir lo del año pasado y no poder acompañar al Stmo.Crsto del Amor.
En el ánimo la gente de Utrera, nos decía que a la fecha estaban a cero de procesiones en esta hermosa ciudad. Nos decían que nos estaban esperando y que íbamos a ser, después de Cristo y María, un gran centro de atención. La responsabilidad iba a ser alta.
La noticia de que la Hermandad decide salir se hace pública y todos miramos al cielo buscando la esperanza de que a San Pedro no se le ocurra llorar, al menos durante unas seis horas que es el tiempo que la Cofradía utrerana está en la calle.
Nada más salir el paso me sorprende el magnífico brillo del dorado, el cual a pesar de que no hay sol, se percibe un portentoso fulgor.
Nuestra Banda tiene por delante un reto importante que es terminar de convencer a la Hermandad de que somos una gran banda digna para suplir la que tantos años estuvo acompañándoles, que no es otra que la extinta “Expiración” de Morón. Por ello que los músicos y nuestro director están un pelín excitados, porque las ganas de agradar son muchas y grandes. Esto unido a algunas asincronías con los costaleros que llevan la voz bajo el paso (un paso por cierto no llevado a costal sino a la antigua forma utrerana, es decir cargando las trabajaderas verticales con ambos hombros, ayudados de una especie de almohadilla en forma de “yugo”) hizo que el paso se “arriase” con las marchas sonando en varias ocasiones, culpa de ello fue sin duda nuestro desconocimiento del transcurrir de la Estación de Penitencia y de la ansiedad de la cuadrilla por escuchar nuestros sones.
Algo eufórico le dije al contraguía del paso que no se preocupase por la lluvia que allá donde iba la Banda de la Merced no llovía, y por una hora fallé en la profecía.
Me sorprendió sobremanera el ambientazo que había en Utrera, auténticas bullas. Los hermanos “rabanitos” nos habían advertido que el Martes Santo es uno de los días grandes de la Semana Santa utrerana y que esa Hermandad había experimentado un gran crecimiento en los últimos años. Pero esto unido a que en Sevilla se habían suspendido todas las procesiones, muchos, incluidos visueños, estaban contemplando la cofradía que transcurría brillantemente y sin alterar para nada su recorrido habitual.
La Banda iba a tope, dándolo todo para agradar y convencer, tocando marchas “duras” cubriendo todas las solicitudes de capataces y costaleros, a mi me hizo temer por la paliza que se iban a pegar mis músicos, por eso consultaba continuamente con mi Director y pendiente de que todo el mundo estuviese bien.
Comprobado esto y confiado en mi compañero Antonio ya con la noche cerrada en la plaza del Altozano utrerana propuse a mi mujer de ir a tomarnos una tapa para reponer fuerzas y saliendo de la bulla me adentré en la calle principal, por donde más tarde transcurriría la carrera oficial y me topé con la Peña Sevillista “Joaquín Caparrós”, un local amplio y con mesas vacías, lo cual facilitó que entrásemos. Al poco comenzamos a oir decir que llovía y esto nos puso en tensión, cuando terminamos de comer y pagar salimos encontrándonos la cofradía azotada furiosamente por un aguacero indecente que se cargaba el magnífico Martes Santo.
Mucho más rápido que a paso mudá y sin parar el paso se recogía entre llantos y lamentos de los hermanos de la Hermandad Salesiana.
Una hora antes de lo previsto estábamos en el autobús dirección a El Viso, con una mezcla de tristeza y añoranza, pero también satisfechos de haber por lo menos realizado la Estación de Penitencia en Utrera, haciendo tres de tres en nuestro casillero de salidas procesionales, que ya era un triunfo, teniendo en cuenta que había bandas en Sevilla que no se habían ni estrenado.
Cambiamos entonces lo de que “allá donde iba la Merced no llueve” por “si quieres a tus pasos en la calle ver contrata a la Merced”
Con los cuerpos ya metidos en Miércoles Santo marchábamos a casa para descansar, la jornada prometía ser grande. Otra historia a contar.

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