miércoles, 11 de abril de 2012

Octogésima Segunda Estación: "La Semana de Dios" (II)


Hay muchas semanas santas, tantas como cada uno quiera o desee vivirlas. Hay quien se queda en lo repetitivo de ver siempre lo mismo todos los años: el mismo lugar, la misma marcha, el mismo paso, la misma cofradía... Siempre igual y no se cansan. Muchos obvian su lugar de origen, las hermandades que hacen grande a la Semana Santa local, de la que luego presumen o critican el resto del año y en los días santos se marchan y no ven una salida portentosa, una mañana de luz, las caras de su gente o una tarde que languidece entre capas y capirotes. Prefieren lugares extraños, caras desconocidas, rincones que ni les van ni les vienen, idolatrando incluso lo que el ombliguismo capitalino ha hecho grande y ha sabido, sabiamente, exportar al resto del mundo.
Pero bueno, cada uno está en el sitio que quiere, cuando quiere y como quiere, para eso somos libres, pero esto al menos debería ser efecto de reflexión cuando se critica porque se hace sin ningún fundamento.
A algunos ni siquiera la lluvia del Domingo de Ramos, del lunes, jueves o Viernes Santo les privó pasar frío y humedad en la gran ciudad. ¡Hay que ser jartible!.
Los que hemos tenido la suerte de no perdernos un día grande en la semana de Dios en este año, venimos comprobado hace tiempo que hay otra Semana Santa, pero esta de este año ha sido de siete días, siete de siete, y hay un lunes con una cofradía que cruza un puente en el Guadalquivir, atraviesa una puerta triunfal, entra en una catedral con patio de naranjos, una calle feria que abre carrera oficial y calles estrechas de una antigua judería, pero cuyo nombre no empieza por S, sino por C.
Los que miramos la luna sin ver el dedo sabemos que ese lunes hay un Santísimo Cristo de la Buena Muerte de la Piedad que está VIVO y abrazado a su cruz que sale a la calle por la tarde acompañado desde hace cuatro años por una Banda Alcoreña de hombreras blancas y cinturones morados.
El Viso se hace presente en Córdoba cada Lunes Santo en la cofradía de la Vera-Cruz para atravesar el puente romano de San Rafael, entrar en la Mezquita-Catedral, darse un paseo por la carrera oficial de Ayuntamiento y Plaza de las Tendillas, para adentrarse en las calles estrechas, antiguas y señeras de la Córdoba moruna y judía, para volver a cruzar el arco del triunfo y el puente romano camino del popular barrio del Campo de la Verdad.
Ese fue el gran Lunes Santo que vivimos los que tuvimos la suerte de no mojarnos en la Sevilla de este año del bicentenario, y disfrutar de nuestra Banda tras el paso del Señor de los Reyes, viviendo una vuelta triunfal y pletórica por las callecitas de la judería abrazando musicalmente a una cuadrilla de costaleros que fueron capaces de hacer una chicotá de casi veinte minutos en la que cupieron los sones de seis marchas procesionales sin interrupción.
Pero el premio al esfuerzo se lo llevaron los chicos y chicas de nuestra banda cuando en el relevo los costaleros se acercaron para aplaudirles, algo que nunca nos hubiéramos esperado y que nos llenó de un tremendo orgullo y de una emoción incontenible.
Con esta alegría y subidos en una nube, atravesamos el puente, con parada ante el santo protector de Córdoba incluida para llegar con los sones de “La Pasión” a las puertas de la Iglesia de San José, quedándonos embobados con las órdenes castizas y flamencas del capataz del paso del Señor de los Reyes, Rafael Millán “Rafalín El Limpio” como le conocen cariñosamente en esa querida ciudad de Córdoba, un gran artista del martillo.
La cara de satisfacción de los hermanos cordobeses de la Vera-Cruz denotaban la gran jornada vivida, y en nosotros el agradecimiento más sincero por dejárnosla vivir un año más.
Hoy siento que tenemos una deuda con esta querida Hermandad, y espero que muy pronto podamos saldarla.
Así de gozoso fue nuestro Lunes Santo. Al día siguiente el tiempo nos preparó sorpresas indeseadas, pero esto es otra historia de la Semana de Dios.
  

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