viernes, 20 de agosto de 2010

Sextuagesima Estación: "Mi Merced"


A la hora de dar el título a esta entrada me acabo de dar cuenta que llevo Sesenta estaciones, ("Estación": alto en el camino para expresar en palabras mis pensamientos) y, bueno, me agrada porque es un número redondo.
No era mi intención celebrar esta coincidencia, sino expresar el orgullo que en la noche de ayer volví a sentir al contemplar el ensayo de mi Banda de la Merced.
No se hasta cuando se prolongará este sueño que unos cuantos nos fabricamos.
No se como agradecer a todos los que formaron, forman y formarán parte de ella.
No se como volver a expresar y con distintas palabras la magnitud de lo que me han hecho disfrutar.
No se hasta que punto mi hermano "Porri" es sabedor de la inmensa e impresionante labor que viene haciendo y del aprecio, afecto, reconocimiento y casi veneración que le profeso.
Y no se, de verdad, como buscar más definiciones del sentimiento de satisfacción que nos producen cuantos están enrolados en este trasatlántico que hemos conformado: Hermandad, Junta Directiva, Músicos y padres y por supuesto a cuantos nos han apoyado, nos apoyan y nos apoyarán.
Pero se que ayer fue una de esas noches en los que el repeluco me atravesó la columna vertebral, un repeluco al ver casi los más de cien componentes, antiguos y nuevos tocar inmensos, en pleno agosto, llenos de una Gracia inconmensurable: "Silencio Blanco", "María Santísima del Rocío" o "Requien" para terminar escuchando lo que llevan montado de "Medea" que suena ya extraordinariamente, y eso que todavía quedan por montar la segunda y tercera voz de cornetas y la primera y segunda de trompetas, pero ¡madre mía como suena!.
Ayer el recinto ferial era una feria, padres, madres, hermanos, músicos, amigos, espectadores.... Bendito jueves, bendita tablada que es altavoz de la banda sonora de los veranos de los Alcores de mi Viso.
Y de Cantillana no digo nada, que allí ya nos vieron mucha gente y más de uno tragó saliva.
¡Ea!