lunes, 22 de marzo de 2010

Quincuagésima primera Estación: "Vaya fin de semana"


Enorme, tremendo fin de semana, pena me da que se haya acabado, justamente porque ya el que viene no será víspera.

Miedo me da saber que esta semana que hoy apenas ha comenzado se va a terminar enseguida, apenas en un suspiro.

Comenzó el fin de semana con una horita andando, después papeletas de sitio y tras el ensayo costalero la cena de convivencia, hasta las y pico.

El sábado disfruté muchísimo como costalero de la Esperanza. En verdad que hay un grupo de gente fenomenal, gente aficionado al costal, sabiendo andar y con un regusto maravilloso por ese mundillo. Además tratándose que es la Virgen de la Esperanza, futura hermandad de barrio, viene con la alegría de ser portadores de Ella, Esperanza infinita. Ayer vi hecha realidad aquellos "premonitorios" versos que escribí en mi pregón de la semana santa de 1.999 "Esperanza de la espera/ Señora que cuando vengas/ cubras a la barriada/ con tu manto de Esperanza".

Al día siguiente PREGÓN con mayúsculas, el que ofreció a su pueblo el amigo "yuyito" José Antonio, quien nos deleitó con su magnifico versar y con la fuerza con la que lo pronunció. Perfecto prólogo de lo que esperamos sea la Semana Santa visueña.

Y por la tarde me quedé con las ganas de ir a la comida en honor del pregonero porque teniamos que coger el coche para desplazarnos hasta tierras onubenses donde nuestra Banda ponía su banderín morado, justo en la Plaza de San Pedro, en el barrio alto de Huelva donde un Nazareno, el Señor de Pasión, Jesús con la cruz a cuesta y de devoción sin parangón en la tierra choquera, espera ya en lo alto de su paso a que los niños alcoreños pongan el corazón y el alma nazarena y mercedaria el próximo Martes Santo.

Tras el magnífico concierto, sonando a Triana a reventar, el que dió nuestra querida Banda de la Merced, y que está recibiendo las mejores críticas en la Huelva cofrade, algunos nos quedamos a presenciar la subida de la Pasión onubense a su paso, en un acto de una belleza increíble, amenizado con un cantaor acompañado de guitarra flamenca y violonchelo, que interpretaron oraciones, entre saetas, fandangos y soleares o seguiriyas, (yo de flamenco entiendo poco pero me pareció escuchar una fusión de estros tres palos). El cantaor (que pena que no sepa el nombre) cantó el Padrenuestro maravillosamente, de poner los pelos de punta.

Bueno, un fin de semana para enmarcar en la pared del recuerdo y con el firme propósito de repetir otra vez.

Y si no me da por escribir este blog en los días que vienen, que el Señor nos provea de una semana santa hermosa y bella, rogándole para que el líquido elemento no haga acto de presencia más que en los cubitos de hielo de los bares y cafeterias.

Amén (lo digo yo)