lunes, 27 de julio de 2009

Trigésimanovena Estación: "De la vida y la muerte"


O de la muerte que es vida, porque nadie muere si permanece en la memoria de los demás, por eso cuando voy al cementerio me gusta leer las lápidas, por si reconozco a alguien, lo recuerdo y de esta manera pueda aplicar una oración por su alma.

El cementerio es además un grandísimo árbol genealógico abierto donde encontrar nuestros antepasados, al menos los más recientes.

Allí están mis tatarabuelos, bisabuelos, abuelos, tíos y ahora desde hace apenas dos meses mi padre.

Tuve que ir el sábado al cementerio a ver la lápida de mi padre, acompañé a mi madre a la que un mar de lágrimas anegaban sus ojos, los míos se disimulaban gracias a las gafas de sol.

Al dar el visto bueno de la lápida realizamos una visita al nicho de mi padre y me sorprendió la cantidad de gente que conozco sepultada en la zona donde está. Conozco a la mayoría, es señal de lo mayor que se hace uno ya, que es uno ya.

Antes de despedirnos de mi padre y dejar el Campo Santo mi madre me indicó que entrasemos a ver a "su" abuelo.

Entramos en el panteón familiar Jiménez León, el más importante de los que hay en el cementerio visueño, allí en el lado izquierdo y en la segunda fila comenzando por arriba está enterrado Carlos Jiménez Tadín, mi bisabuelo, el padre de mi abuelo José Cruz García.

No había echado cuenta de la raigambre familiar que corre por mis venas, pero al ver nombres tan granados y laureados en nuestro pueblo como Gil, Juan Ramón, Soledad, etc etc, me quedé sorprendidísimo.

Ahora mismo no tengo ganas de indagar más en mi historia familiar materna, pero amenazo con ello más adelante, sin ningún ánimo de revancha ni de rencor, tan solo por saber de mi árbol genealógico y por reconocer en muchos de mis convecinos un parentezco negado.

Quizás más adelante tenga que decir algo sobre mi Cruz y el Jiménez que debería de haber sido realmente mi segundo apellido.

Pero la Cruz y mi nombre van unidos al amor por mi querido abuelo Pepe "pupá pepe" como sus nietos lo reconocíamos, gran padre, mejor hombre, maestro de carpinteros querido y amado por sus cinco hijas su único hijo, sus muchísimos nietos y bisnietos.

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